Los dardos son un deporte apasionante, con una rica historia y una atmósfera única. Siempre he defendido que los dardos deberían ser un deporte olímpico oficial. Sueño con ver a los mejores jugadores del mundo recibir sus medallas de oro ante una audiencia global.

Para mí, los dardos son una combinación de habilidad física, estrategia mental y determinación. Sin embargo, una pregunta inesperada me dejó pensando recientemente. Mientras veía un partido de dardos con mi mejor amigo, su hijo, un niño pequeño, preguntó: “¿Por qué los jugadores de dardos están gordos?”

No todos los jugadores de dardos tienen sobrepeso. Al igual que en cualquier otro deporte, hay una gran variedad de físicos. Creo firmemente que la habilidad y la precisión necesarias para lograr un 180 son comparables a las de cualquier otro atleta de élite.

La pregunta del niño nos tomó por sorpresa. Nos dimos cuenta de que, a pesar de ser aficionados a los dardos, no teníamos una respuesta sencilla y convincente. Necesitábamos algo más que un simple “porque sí”. Queríamos transmitirle al niño el respeto que sentimos por estos deportistas y preservar la imagen del jugador de dardos como un atleta de alto nivel.

La realidad es que, al igual que en cualquier otro deporte, hay jugadores de todos los tipos físicos. Algunos pueden tener una complexión más robusta debido a factores como la genética, la dieta o el entrenamiento. Sin embargo, esto no resta valor a sus habilidades ni a su dedicación.

Tal vez la clave esté en entender que el éxito en los dardos no se mide solo por la apariencia física, sino por la habilidad, la precisión y la mentalidad. Y en ese sentido, los jugadores profesionales de dardos son atletas de élite en todos los aspectos.

He aquí por qué

Como ya hemos mencionado, los dardos tienen una larga y rica historia que se remonta a siglos atrás. Si bien este deporte ha experimentado un notable crecimiento en popularidad en los últimos años, sus raíces se encuentran en los tradicionales juegos de taberna.

Históricamente, los juegos de bar se asociaban principalmente con el azar y la suerte, como las cartas, los dados y otros juegos de mesa. Los dardos, junto con otros juegos como el Fork Your Neighbor o el Shut the Box, compartían este origen.

A diferencia de los deportes que requieren un gran esfuerzo físico, como la gimnasia o la natación, los dardos han sido percibidos como una actividad más relajada y menos exigente. Esta percepción ha llevado a cuestionar si los jugadores de dardos pueden ser considerados atletas de alto rendimiento.

Los críticos argumentan que los dardos son un juego sedentario, que no requiere un entrenamiento físico riguroso ni una dieta estricta. Los jugadores de dardos profesionales, a diferencia de los atletas olímpicos, pueden disfrutar de una vida más relajada sin comprometer su rendimiento.

Hablando de la élite, estos corredores, gimnastas y nadadores deben seguir regímenes de entrenamiento intensivos y mantener estrictas restricciones dietéticas si quieren llegar a la cima de sus respectivos deportes.

Sin embargo, los mejores jugadores de dardos del mundo no están sujetos a estas reglas. Estas personas pueden comer y beber lo que deseen y dormir tan poco como les parezca, sin que esto afecte de manera significativa su rendimiento.

Durante una ronda de dardos, los jugadores de élite rara vez sudan. Jugar a los dardos es una actividad sedentaria. Una partida típica puede implicar largos períodos de espera, y cuando ocurre la acción, no requiere mucho esfuerzo físico más allá de caminar unos pocos pasos y lanzar el brazo hacia delante.

Por lo tanto, es fácil entender por qué el peso o la complexión de un jugador no influye negativamente en su capacidad para rendir al máximo.

Lo que le dije al niño, o la dinámica newtoniana

La respuesta a la pregunta del chico era sencilla: porque pueden. Si el deporte de los dardos exigiera una forma física óptima, estoy seguro de que los jugadores profesionales cuidarían más su alimentación. Sin embargo, no podía darle al niño esa respuesta tan directa.

Mi amigo y yo admirábamos a estos deportistas y no queríamos desprestigiarlos ante el niño. Así que se me ocurrió una explicación un tanto rebuscada, llena de términos científicos que lo confundirían y nos permitirían seguir viendo el partido.

Le dije que la física del lanzamiento de dardos era muy compleja y que años de estudio eran necesarios para comprenderla. Expliqué que la distribución del peso en el cuerpo de un jugador influía directamente en la trayectoria del dardo, y que un centro de gravedad más bajo podía proporcionar una mayor estabilidad y fuerza.

También mencioné que el movimiento de la papada ayudaba a estabilizar la puntería, reduciendo el efecto de paralaje. Y para rematar, le dije que los jugadores más corpulentos tenían una base más estable y eran menos propensos a temblar.

Por supuesto, el niño no se creyó nada de lo que le dije. Y tenía razón. Mi explicación era una excusa, una forma de justificar lo injustificable.

Esa noche, me di cuenta de que había cometido un error al juzgar a los jugadores de dardos por su apariencia física. Estos atletas son expertos en su deporte, y su éxito se debe a su habilidad, su práctica y su mentalidad, no a su físico.

La conclusión es clara: el peso no determina el éxito en los dardos. Estos jugadores son unos auténticos profesionales y merecen nuestro respeto.